Pareciera que cada día hay más cosas que nos preocupan….
El estrés es ahora parte de la vida cotidiana, aun en nuestros niños y adolescentes podemos ver que no se libran de él.
Difícilmente podemos eliminarlo completamente de sus vidas, pero, ¿podemos ayudarles a aprender estrategias para manejarlo? ¿Cuáles podrían ser estas?
Antes que nada, hay que decir que el estrés no siempre es malo. Hay malo y bueno. El bueno es el que nos estimula y desafía, el malo el que ocasiona disminución en el rendimiento, ansiedad, irritación, y es a este, al que tenemos que tener bajo control.
el primer paso es la prevención y el estrés se puede prevenir:
- Manteniendo el cuerpo en buen estado con una alimentación equilibrada, ejercicio y un sueño reparador.
- Haciendo una programación con prioridades y objetivos, que ayuda a ser realista sobre lo que es posible y necesario realizar.
- Teniendo una red de apoyo, formada por amigos y familiares.
- Realizando actividades agradables
- Haciendo pausas en el trajín diario
Pero si a pesar de eso, nuestros hijos se sienten estresados o angustiados, podemos ayudarles animándolos a realizar las siguientes actividades:
Dibujo y pintura: Últimamente se han popularizado los libros de arteterapia. Adquiera uno para que en momentos de estrés, su hijo(a) se tome un tiempo para trabajar en él. Los de mandalas son particularmente recomendables.
Respiración: Ellos dirán que lo hacen todo el tiempo, pero hay una forma particular que ayuda a calmarse, una inspiración profunda y una espiración lenta.
Relajación: tensando y soltando los músculos, haciendo estiramientos.
Actividades agradables para ellos:
oír música,
bailar,
leer,
practicar un deporte.
Visualización: elaborar imágenes mentales para crear una sensación de calma. Se puede hacer con imágenes guiadas, usando cintas de la naturaleza. Por ejemplo, imaginarse que estás en un lugar en el que te sientas seguro y feliz.
Reestructuración del pensamiento: esta es una de las técnicas más importantes, pues lo que pensamos condiciona mucho lo que sentimos. Si tomamos conciencia de nuestros pensamientos negativos, que en muchas ocasiones son automáticos, podemos someterlos a análisis y cambiarlos por pensamientos más realistas y adaptativos. De esta forma se reduce la ansiedad asociada a ese pensamiento. Por ejemplo, nuestro hijo ante una evaluación puede pensar “nunca lo lograré”, lo cual le genera un sentimiento de ansiedad y desesperanza, pero si en cambio piensa “la próxima vez estudiaré más y saldré mejor”, el pesimismo se transforma en optimismo.
El colegio también quiere hacer su parte en este sentido y es por eso que se hará una semana anti-estrés para los alumnos de segundo y tercer año de bachillerato donde a partir de ejercicios de arteterapia, yoga, visualización, los alumnos aprendan a manejar su estrés cuando lo necesiten
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